El silencio

El silencioEl silencio no es la ausencia de ruido sino más bien la armonía. Por eso, puede ser tan solemne guardar un minuto de silencio como disparar veintiún cañonazos.

Estar en silencio es estar en sintonía, en la que un ritmo tenue puede polarizar tu atención y ahogar ruidos estridentes. Las sensaciones, sonidos, imágenes, llenan tus sentidos de ritmo y esencia como si fueran néctar, música celestial y luz divina.

Pero el silencio cobra su trascendencia cuando los estímulos sensoriales son mínimos, cuando se hace el toque de queda en tu conciencia y hay ocasión para el pensamiento y la reflexión.

Entonces el silencio es el espejo mágico en el que puedes verte, y la compañía solemne que puedes necesitar para los grandes retos y las grandes decisiones, como el trapecista que va a dar el salto mortal.

Pero el silencio puede ser tu aliado o tu «enemigo». Si estás en armonía de conciencia sabrás saborear el silencio que tendrá para ti una especial atracción, como la fascinación de una caracola de mar.

Si eres en cambio prisionero de tu conciencia, no podrás soportar el silencio y buscarás el ruido para embriagarte, tratando de huir de ti mismo.

También tendrás que evitar quedar atrapado por el silencio y la armonía, como Ulises con el canto de la sirena, porque el bullicio es también necesario para alimentar tu espíritu para que pueda ir orquestando sus expresiones y su sensibilidad.

Aprender a ser humilde

humildadAprender a ser humilde es aprender la grandeza de lo sencillo y la trascendencia de lo sincero, con la conciencia de ser débil y con una voluntad esforzada que crece en libertad.

Ser humilde es estar siempre edificando los cimientos y valorar poco las superestructuras, saber que nada es eter­no y que todo puede superarse, entenderlo todo y no justificar nada, exigirte mucho y ser tu mayor crítico.

El humilde es como el artista de teatro, que puede hacer las mejores representaciones entre las me­jores bambalinas, pero sabe que su identidad está en la soledad de su camerino, despojado de todo ropaje.

Habrás de atender al «apuntador», es decir saber escuchar, y percibir al público más allá del escenario, pero ser capaz también de representar la función con las butacas vacías. No menosprecies ninguna experien­cia, y ensaya hasta la saciedad el libreto de tu vida.

Tienes que sentirte espectador de ti mismo, y estar preparado para que «pateen» tu obra, y si triun­fas habrás de bajar el telón sin prodigarte demasiado en el saludo. Haz que otros recojan los aplausos.

Tienes que tener siempre el mismo ánimo para lo trascendente o para lo insignificante, para ser el primer actor o para ser el último comparsa, y saber vivir la angustia igual que la alegría, como el actor que representa lo mismo una tragedia que un vaudeville.

La humildad es un material noble para construir tu personalidad. Si eres humilde te tratarás como a un bebé, y recibirás los mejores cuidados de la persona que más te quiere, de ti mismo.

Empatía social

empatiaSi tienes buena empatía social podrás relacionarte entendiendo a las personas que te rodean y tu cerebro procesará tus relaciones sociales con armonía sin demasiada sobrecarga y sin acumular exceso de estrés.

Ten presente que pocas cosas de las que haces son realmente privadas porque va quedando huellas de casi todo, aunque cada uno las interpreta a su manera. Por lo que a la vez que desarrollas tus actividades vas propagando informes sobre ti y dando muestras de tu conducta.

Sin embargo, cada uno se forma la idea de quién es quién y de cuáles son sus intenciones según su entendimiento y sus intereses, y cualquier idea sobre una persona está «coloreada» por el ambiente social y por las cosas que en él afectan a su identidad. Lo primero que piensa de ti una persona es si le puedes ayudar en algo o si le puedes plantear algún problema, es decir, si eres amigo o enemigo. En realidad la gente tiende a hacer una valoración emocional de tus actuaciones por pequeños detalles.

Si ignoras a la gente, y no te importa que piensen de ti lo que quieran, vas a irradiar enemistad y crearte enemigos. Si por el contrario te preocupas demasiado de lo que piensan los demás vas a cargar con mucho trabajo adicional innecesario que sobrecarga tu pensamiento.

El punto intermedio es tener la capacidad de ponerte en el lugar de los demás y comprender cuál es su situación y que es lo que pasa por su mente. Es una habilidad que no pasa desadvertida y se agradece, una empatía social que te ayuda a comprender el comportamiento de las personas y sus motivos, y te permite prevenir conflictos.

Esto no quita que haya cuestiones en las que no puedes hacer concesiones porque afectan a tu imagen y tus ideas. También hay cosas que siendo importantes pueden surgir en situaciones en las que no conviene que te impliques demasiado. Igual que en otras situaciones puedes tener que dar importancia a cosas intrascendentes que el ambiente las convierte en importantes.

La belleza es relativa

borisLa belleza es relativa porque lo bonito resalta en relación a lo feo, y por eso lo que para unos es arte para otros es basura. Hasta cosas que en muchas ocasiones nos parecieron feas podemos acabar considerándolas bellas.

A veces, hasta lo feo resulta patéticamente bello, como si por encima de la belleza o la fealdad estuviera el poder de fascinación.

Y es que lo bello, en realidad, es lo que sintoniza con tu sensibilidad y provoca en tu mundo interior emociones y sentimientos. Por eso, es bello lo que tú consideras bello, y tu gradación de la belleza será un reflejo de la escala de valores de tu realidad sensible.

Al erudito le gustan más las cosas recargadas, como recargada tiene su cabeza, mientras que quien realmente tiene conocimiento, inclina sus gustos por lo sencillo y lo elemental. A mayor claridad de ideas hay más sensibilidad para la simplicidad y la síntesis.

Pero tu sentido de la belleza va a variar como varía tu personalidad. Ten en cuenta que el paso del tiempo embellece lo que tiene consistencia y personalidad, mientras que entierra en la historia todo lo que genera indiferencia.

Si se pudiera representar tu sensibilidad artística, seria algo así como la «huella dactilar» de tu conciencia, pero en vez de nacer con ella es una huella que estás tratando siempre de perfeccionar, como si fuera la huella de tu paso por la vida.